Escrito de la MADRE TRINIDAD DE LA SANTA MADRE IGLESIA,

del día 10 de septiembre de 1960, titulado:

     Hoy siento necesidad de exponer mi punto de vista sobre lo que debe ser el vivir y el palpitar del alma consagrada, y cuál es su fin, para que sepa distinguir éste, que es Dios, de los medios que el mismo Dios le pone para conseguirlo.

     Al decir «alma consagrada», me dirijo por igual a los sacerdotes, a las religiosas, y a toda persona que, por una vocación especial, se siente llamada, atraída y predestinada para ser esposa de Cristo.

     Y necesito empezar este tema con un grito fuerte y desgarrador que exprese la voluntad divina: Alma consagrada, sacerdote de Cristo: ¡¡Sólo Dios…!!

     Es necesario que vivamos de sólo Dios y para sólo Dios, siendo conscientes de nuestro llamamiento y conociendo para lo que fuimos escogidos.

     Toda alma creada por el Dios increado ha sido formada de la nada, por una misericordia de la Bondad infinita manifestándose en amor bueno, para ser conforme a la imagen de Jesucristo y vivir de su vivir.

     El alma consagrada ha sido escogida por Dios, llamada y predestinada para meterse a fondo en la comunicación infinita de su vida trinitaria; para hacer de ella su íntima esposa, su confidente, en quien Él pueda descansar en correspondencia de amor mutuo.

     Alma consagrada quiere decir hecha una cosa con lo Sagrado, para vivir del vivir de aquel Dios al cual se consagró.

     ¡Alma consagrada, predestinada, escogida y mimada para ser, en el seno de la Iglesia, sal de vida, que, en maternidad o paternidad espiritual, como pregón de amor, se derrame a las demás almas…!, ¡ungido!: ¡sólo Dios!

     Si eres virgen, ha de ser por amor; si sufres, sufre por amor. Envuelve en amor toda tu vida consagrada al Amor Infinito que Dios se es, para que, centrada en tu fin, encuentres el descanso de tu consagración en tu misión cumplida.

     Por eso, cuando un alma se siente impulsada a consagrarse a Dios, cuide con esmero en buscar el fin de su consagración, que es conocer y amar al Increado; porque desgraciadamente muchas veces nos confundimos y ponemos en los medios el fin.

     Muchas almas se consagran a Dios; unas para atender a los niños porque les atraen; otras, en otro sitio buscando el silencio, la soledad, el apostolado, etc., pero poniendo por fin lo que sólo son medios.

Contraportada

     Cuando Dios llama a un alma a la consagración, es para hacerla una cosa con Él, para que viva solamente de Él, para que se entregue total e incondicionalmente, sin reservas, a la acción del Espíritu Santo. Entonces pone en ella unos movimientos, deseos y aspiraciones que son medios para conseguir ese fin, pero que, nunca y de ninguna manera, deben llegar a convertirse en el fin del alma consagrada, que ha sido llamada para hacerse una cosa con lo Sagrado, de tal forma que deje de ser ella para ser Dios por participación.

     Cuando pueda decir con San Pablo: «Vivo yo, mas no yo, sino que es Cristo quien vive en mí», podrá llamarse alma consagrada totalmente; porque ‘consagrada’ es participar y ser, por una gracia de Dios, sagrada por participación, y lo será en la medida que se haga una cosa con Dios.

     Por eso yo, iluminada por la luz del Espíritu Santo, digo a todas mis hermanas e hijos en la consagración, en un grito desgarrador de alarma: ¡Sólo Dios!

     Porque si te vas a un convento, movida por el atractivo que sientes hacia tal o cual género de vida, al encontrarte ante la realidad cruda y verdadera de una vida monótona y rutinaria, si en esos medios que Dios te puso para unirte a Él cifraste tu fin, te encontrarás con el desengaño de que te has equivocado, porque aquello que tú ibas buscando no llena tu espíritu. ¡Éste es el motivo por el cual fallan tantos consagrados!

Seguir leyendo...

     Pero si tú, al consagrarte a Dios, lo haces buscando hacerte una cosa con Él, crucificarte con Cristo para conocerle, amarle y darle a conocer y a amar, cuando los medios te fallen o no sean tal como te los imaginaste, resultará que descansarás tranquila y pacífica en medio de todos los desamparos y desengaños, en la búsqueda ansiosa de aquel fin para el que especialmente te consagraste.

     Alma consagrada: ¡Sólo Dios!

     Si te consagras a Él, hazlo buscando ante todo hacerte una cosa con Él para glorificarle. Entonces, venga lo que venga, y arrecie la tormenta que arrecie, la barquilla de tu alma descansará segura en la voluntad del amor divino que te impulsa a lanzarte, contra viento y marea, con más o menos medios, a la búsqueda incansable de sólo Dios.

     Y así, viviendo de realidad y no de ilusiones, llegarás a encontrarte un día no lejano, aquí en la tierra, hecha una cosa con lo Sagrado, y, entonces, se te podrá llamar en verdad alma consagrada. Porque tú te consagraste a Dios y no a tal o cual convento, o a tal o cual Instituto u Orden. Es necesario que esto se nos meta hondamente en el espíritu para que sepamos distinguir el fin de los medios.

     Alma consagrada: ¡Sólo Dios!

     Si viviendo en virginidad perfecta te entregas a los niños, es para buscar a Dios y dárselo a ellos. Si te vas a la soledad, aprovéchate de ese medio para encontrarte con Dios y hacerte una cosa con el Amor Infinito. Y ahora sufras pruebas, tentaciones, sequedades, desolaciones, desamparos, angustias y torturas íntimas del alma; y ahora estés en festín divino, en regalo o en sabor de Dios, aprovéchate de todo ello para vivir y morir para sólo Dios.

     Si sufres, que sea por amor; si eres virgen, por amor; y si renuncias a todo, ¡hazlo por amor! Así sentirás necesidad de negarte y perderte en un olvido total de ti, por ese Amor al cual te consagraste.

     Que no consiste la vida consagrada en sufrir o en gozar; que está todo en amar y hacer amor de nuestra consagración y nuestra vida, poniendo amor donde no lo hay y cicatrizando el dolor con el amor.

     Dios, para dársenos, perdió la cuenta, de tal manera que el Increado se encarnó. A esto se le puede llamar la locura del Amor Infinito. Es necesario conocer y penetrar un poquito lo que es Dios para saber lo que es que el Increado, el Intocable, el Inaccesible, se haga hombre, carne, tierra, y nada, por amor.

     ¡Oh Verbo divino!, perdiste la cuenta y, en tu locura de amor, llegaste a ser, por amor a Dios y a tus hijos: el «maldito y el desecho de todos cuantos te rodean». ¡Eso es darse sin medida, sin esperar recompensa, solamente por amor…!

     Alma consagrada: ¡Sólo Dios!

     Conságrate al Amor para encontrarte con Él cueste lo que cueste, y nada más que para eso. Si te fallan los medios que tú habías elegido, y tienes que vivir de otra manera a la que tú no te sientes inclinada, o en otro sitio donde parece que tu alma está violentándose, no por eso te desorientes ni vivas en violencia. Si eso te pasa, es porque no buscabas a sólo Dios, ya que a Él le encontrarás donde su voluntad, manifestándose por los acontecimientos, te tenga. Pues, para darse a tu alma, no necesita de medios, ya que lo llena todo y está igual en un sitio que en otro.

     Tú procura encajarte en aquel sitio donde, movida por la voluntad de Dios, te has sentido llamada. Pero, si por motivos accidentales no puedes realizarlo, no te turbes, que Dios mora en el centro profundo de tu corazón, donde te llama incesantemente para que te ahondes en Él y vivas tu consagración en intimidad de amor y en un grito, hecho vida en todo tu ser, de: ¡sólo Dios!

     Te insisto que procures buscar aquellos medios y aquel sitio donde Dios te llame, con paz y sosiego, que, si así lo haces para encontrarte con Él, nada ni nadie podrá turbarte, ya que quien busca a Dios le encuentra; y como Dios está en todas partes, en cualquier sitio que su voluntad se manifieste para ti, si buscas sólo su querer, lo encontrarás.

     Alma consagrada: ¡Sólo Dios!, para que no vivas una vida monótona, aburrida y tal vez desengañada, llegando quizá a creerte que has fracasado en tu vida espiritual.

     Lánzate al conocimiento y amor de Dios en su seno, en el misterio trinitario de su vida divina, para que seas feliz aquí en la tierra y allí en el Cielo; ya que la felicidad, lo mismo aquí que allí, consiste en llenar el fin para el que fuimos creados, que es conocer y amar a Dios y darlo a conocer y amar, para que, llenando de esta manera el plan divino, le glorifiquemos.

     Si no vives de sólo Dios, no sabrás de sabor divino, ni la dulzura que encierra tu consagración, porque el secreto de ella está encerrado en la donación de tu vida a sólo Dios, y en el vacío total de todo lo que no sea Él y su gloria.

     En la medida que te vayas haciendo una cosa con el Infinito, el mismo amor que a Él le tienes te hará abrasarte en amor a las almas, y entonces, viviendo del vivir de Cristo, podrás decir: Padre, yo vivo para conocerte, ya que «la vida eterna consiste en conocerte a ti y a Jesucristo tu enviado»; siendo de esta forma el vivir de Jesús nuestro vivir, llenando la misión para la cual fuimos llamados.

     Sacerdote de Cristo, alma consagrada, que toda tu vida sea un grito en expresión de entrega y de olvido, que esté diciendo en una adhesión total a la voluntad divina: ¡Sólo Dios!

Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia

Nota.-Para descargar el tema completo para imprimir haz clic aquí.